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vago por paisajes de un gris terco y moho adherido a los falsos plafones de mi cielo. voy tratando de encontrar la pieza de papel que le falta al engranaje. voy buscando el ancestral vino de aliento.

septiembre dos mil tres o dos mil cuatro, casi iguales. el silencio y el destierro son los mismos, la distancia aún más grande. la soledad más sola. del vacío del pulso lleno ni se sabe. sigo doliéndome enterrada debajo de mis dedos. restándome del tiempo. es para nada la mano llena para nadie.

la pared del lado izquierdo está llena de espejos. y me miro y no recuerdo claramente a ésa que siempre he visto caerse a borbotones. voy a llenar un siglo de derrumbes y esqueletos. voy a manchar de carne rota el alfabeto.

una ola me trajo caracoles. mis pechos me dijeron que en su espuma las autopsias no me arden. que el viento salado es bueno. que soy capaz de renacer con un brillo por delante. creí, y se me convirtió en océano el músculo que ahora late pececitos plateados muertos de hambre.

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