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– I

En mis hombros de eco de tornados.

De mariposas fósiles.

En los aludes siderales de mis manos.

En mis ojos, Serpiente, en mis ojos de estrellas molidas y en la bruma espesa de mi vientre.

En mi grillo de papel, en mi sístole indigente, en mi marasmo. En mi espasmo terminal, en mi anónima gangrena.

En todo este desierto intercostal de ubres negras que me parió sin boca.

Sopla el viento, Serpiente.

En mi tobillo desnudo se deletrea la arena.

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