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Él encontró indicios de color en su mirada, rastros antiguos de vida entre sus grietas.
Y la tomó por una de sus alas y le glaseó a calor de aliento cada vena.
Y no respira. El frío nace en Eva de treinta siglos congelada, en Eva y sus ruinas y en sus flores secas y en la resbalosa textura de su escarcha.
Nace de Eva, de la naturaleza muerta de su espalda.