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Me voy a la cama. Cierro los ojos. Invoco a mi ángel de la guarda. No viene. Me levanto. Me pongo los lentes. Voy al refrigerador. Saco una bolsa de tamales. Meto uno de rajas con queso al microondas. Me lo como. Regreso a la cama. Me quito los lentes. Me imagino un cuento donde el principe me rescata. Creo que el dragón no me deja conciliar el sueño. Me levanto de nuevo. Me pongo los lentes. Voy a la computadora. Me conecto. A ver si se anda desvelando algún vecino de mi universo. Anakin. Él: psy lence! qué gusto!, Yo: anakin! comantalebú?… Platicamos. Psylence se cambia el nick a “psy lence busca trabajo”. Me dispongo a buscarlo por internet. Sé cocinar. Sé hacerme la desmayada. Sé tejer. Sé cuidar. Sé actuar. Sè andar en bicicleta. Sé hablar aunque no me guste. No sé vender. No sé bailar. Sé un poco de todo y mucho de nada. Sé tratar a la gente aunque la mayor parte del tiempo no ponga en práctica mis habilidades sociales. Necesito algo urgente. Un bomberazo. (Psy lence se cambia el nick a “vendo jetta g4”). Algo que sea temporal y que me permita salir de este cráter económico en que me encuentro. Para que no me corten el teléfono. Para que no me corten la luz. Para comer un poco aunque por primera vez en mi vida haya decidido ponerme a dieta. O aunque la escasez de dinero me haya obligado a mantenerme esbelta. Para comprar mi boleto e irme un tiempo al lugar donde pasta el sueño con ruido de hombre que últimamente he acariciado mientras callo. Mientras camino. Mientras escribo mientras. Un bomberazo, sí. Anakin y la recomendación de las galletitas de paté. No lo había pensado. No quisiera volver a hacerla de edecarne nunca. Pero ya nunca volveré a decir nunca. Mi sueño lo vale. Mi hombre lo vale. Mi estómago lo vale. Intento redactar rápidamente un currículum. Mi memoria no ayuda mucho. Tal vez sea la edad. Tal vez sean las deshoras. Tal vez sea que a mi mente le gusta el autosabotaje. Necesito adjuntar un par de fotos. Mi computadora tampoco ayuda. No tengo fotos decentes de ésta su segura servidora almacenadas en el disco duro. Y no importa. Bueno, sí importa pero al final no importa. Anakin entretanto. ¿Me das tu opinión?. Anakin opina. Ok. Retype your password. Nuevo. Copiar archivo de texto. Pegar archivo de texto en el mensaje. Adjuntar archivo. Examinar. fotouno. fotodos. fototres. Escribir la dirección del destinatario. Escribir asunto. Enviar. El proceso se repite unas cuatro veces más. Yo enviando solicitudes de empleo a las 2 de la mañana la primera semana del año. Yo pidiendole a San charbel, a San judas tadeo, a Santa claus que me hagan el milagrito. 2:37:33 am. Yo: buenas noches don anakin. 02:37:40, él: buenas noches doña c. 02:37:47, él: (parecemos personajes de lope de vega, jeje). 02:38:06, chau él, chaus yo. De retache a la cama. Quitarse los lentes. Bajar el volumen de la tele. No quiero oír infomerciales pero tampoco quiero tener todas las fuentes de luz apagadas. Repetir la bajada de pestañas. Una vuelta. Dos. Rascarse un pie. Tres. Pensar “ya duermete que te tienes que levantar a las 6:15”. Cuarto giro sobre mi propio eje. Mi rotación desesperantemente estacionaria. Una señal de radio se mete por la tele. xssss xsssssss xssssss. Pegar un brinco para bajarse de la cama. Por cierto, la cama está al ras del suelo. Brinco innecesario. Ponerse los lentes. Subir el volumen a la tele. Ir a la computadora. Prender un cigarro. Mandar otro curriculum. Ir al baño. Quitarse los lentes. Intentar dormirse nuevamente. Por fin alcanzo a cabecear. Entre sueños veo la figura de mi madre que me recuerda que no me he lavado los dientes. Otro brinco innecesario pero todavía más grande. Me lavo los dientes. Cama. Un minuto. Diez. Veinte. Fruncir el ceño, ponerse los lentes. Buscar un cigarro. Ver la cajetilla vacía. Escribir esta serie de estupideces. Iniciar sesión en blogger.

En unos momentos más haré el mismo pinche recorrido hacia mi cama y me acostaré boca abajo. Antes, aventaré los lentes.

Y en 15 minutos sonará el despertador. En la tarde probablemente tenga que comprarme uno nuevo, porque éste que tengo va a morir de un manotazo.

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