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profecía dos para un invierno

el mejor vino fue del mosto de su boca

mi ebrio pecho

se volvió un algodón de azúcar

para sus niñas manos de amapola

y su lengua cariñosa

y lo invité a cabalgarme cuerpo adentro

al carrusel tibio de esperas y deshoras

al trance nacido de su incienso

y su pélvica menta

celebro

han amansado mi noche sus espuelas

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