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tenía el sol y el caracol mordiéndole la oreja, el pecho amable para recibir mi peso; su cintura escapular era la tregua para descansar la boca en mi subida, en mi descenso.

tenía el paso aéreo que lleva a todos lados, los ojos manos para amansarme los mareos.

tenía el bálsamo, la brasa, la respuesta; el tapete volador en su mil lenguas.

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